Viernes 22 de Febrero de 2013, 03:04

Día de la Antártida Argentina

| Se recuerda este viernes el Día Nacional de la Antártida y 109 años de la permanencia ininterrumpida de Argentina en el “Continente Blanco”. Entre los pioneros que poblaron la Antártida figura el Alferes José María Sobral, un entrerriano, de 21 años se convirtió en el antártico argentino que invernó por primera vez en la historia.

Guillermo Sobral, nieto del Alférez de Navío, José María Sobral, un gualeguaychuense nacido en 1880, hijo mayor de una familia de 8 hermanos que ingresó en la Escuela Naval -de la que egresó como Guardiamarina (Promoción N° 24) en agosto de 1898-, nos recordó que entre 1901 y 1903 su abuelo se convirtió en el antártico argentino que invernó por primera vez en la historia en el “Continente Blanco” como parte de la expedición polar del Dr. Otto Nordenskjöld que quedó aislada durante dos años y que finalmente fue rescatada por la corbeta Uruguay en noviembre de 1903. “Se oye decir con frecuencia, ¿qué interés puede tener una expedición polar? ¿Qué beneficio puede ella reportar a la humanidad? Para unos una expedición polar puede significar dinero; para otro solamente adelanto en la ciencia. Para el profano en estas cosas, el saber a qué clase de formación pertenecen esas tierras, el conocimiento de su topografía, su fauna y su flora, y, en fin, la completa geografía de ellas, no significa nada; es solamente una pérdida de tiempo y de vidas, y un montón de sacrificios inútiles; y ante estas observaciones que no reposan en argumentos de valor, se impone la perplejidad, porque es imposible rebatir la tenacidad del incrédulo”, mencionó parte de una conferencia ofrecida, en el teatro “Politeama” el 19 de diciembre de 1903, por quien fue su abuelo y que por entonces era un joven de 23 años y contó ante una multitud su experiencia en la Antártida. “Tomemos posesión de esas tierras y dominemos esos mares, hoy inhabitados, pero que están en la misma latitud que otros en el norte, donde florecen ciudades populosas y cuya civilización nos ha dado muestras como Nordenskjöld, Larsen y Nansen. Pasarán los años, nuevas generaciones nos sucederán en el escenario de la vida, y cuando la población de mi país se cuente por centenares de millones, aquellos felices argentinos verán flamear su bandera en las poblaciones polares; y allá, cuando el sol de mayo se mire frente a frente con las auroras australes, los que contemplen ese soberbio espectáculo aclamarán los hombres de la generación actual, y derrumbarán los enormes ventisqueros para levantar en su lugar los bloques de mármol que han de servir de pedestal a la gloria argentina”, sostenía el Alférez, para quien “los misterios que aquellos hielos encierran tienen que ser descubiertos, y ningún pueblo, cualquiera que sea su raza y su historia, puede competir ventajosamente con el argentino en esa soberbia empresa, que encumbrará el hombre de nuestra patria hasta inscribirlo con indelebles caracteres en la lista de las grandes potencias”. José María Sobral viajó a Suecia donde consiguió un puñado de doctorados y más adelante en su obra “Dos años entre los hielos” diría: “la lucha es algo necesario al existir; el que no lucha no puede experimentar el placer de la victoria, del mismo modo que el que no sufre no puede experimentar el placer de dejar de sufrir”. “El hombre nunca debe contentarse con la victoria adquirida; el éxito no solo debe ofuscarle sino que debe darle nuevo aliento para atacar lo más difícil, porque precisamente en eso se encuentra el placer de la vida”. El Contralmirante Laurio H. Destéfani, marino de profesión e historiador por pasión sostuvo que sería “extenso el relato de los estudios de Sobral y de su contribución al conocimiento de geografía y geología de nuestro territorio. en la biblioteca familiar conocí sus principales libros: “el futuro de nuestra armada”, “sobre cambios geográficos, problemas de los andes australes”, “la frontera argentino-chilena en el canal de beagle” y “dos años entre los hielos”, entre otros. La sola mención de los títulos pone de manifiesto la visión de este argentino que comprendió el problema de su patria puesto en el meridiano de la historia. Son de actualidad cualquiera de estos temas. Su doctorado en geología, petrología y mineralogía le permitió agregar a su profesión básica los elementos precisos para dejar una herencia de extraordinario valor. Fue el primer geólogo argentino con título universitario nunca revalidado en la república argentina”. Durante 40 años la Argentina fue el único ocupante permanente del Antártico. La presencia nacional se remonta al 22 de febrero de 1904, cuando se instaló el Observatorio Meteorológico Antártico Argentino en el archipiélago de las islas Orcadas del Sur. Desde entonces, el Sector Antártico Argentino trabajó de forma ininterrumpida, dando inicio así a una prolífica historia de aportes científicos y de consolidación soberana. En la actualidad el país cuenta con seis bases permanentes y siete de actividad temporaria. Antártida Argentina o Sector Antártico Argentino, a la que nosotros consideramos parte del territorio nacional, integra una vasta área que ocupa el casquete polar austral y en la que como ya se viera, prevalecen condiciones ambientales particulares -distintas a las de América del Sur- las cuales tienen una influencia muy marcada en la presencia y en las actividades del hombre. Por otra parte, esa zona está afectada a un régimen jurídico especial cuyo ámbito territorial abarca toda el área al sur de los 60º de latitud Sur. La región antártica delimitada por los meridianos 25º y 74º Oeste y el paralelo 60º de latitud Sur, forma parte del que fuera Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, establecido por Decreto-Ley Nº 2129 de fecha 28 de febrero de 1957, hoy por ley provincial.