Viernes 14 de Noviembre de 2014, 14:27

La Escuela 33 realiza el tradicional desfile y fogón por del &q

| La comunidad educativa de la Escuela Número 33 "Justo José de Urquiza" realizará el tradicional festejo por el "Día de la Tradición", que consiste en una manifestación por las calles y la realización de un fogón donde se podrán apreciar distintas expresiones artísticas.


Docentes y alumnos del establecimiento educativo del barrio Oeste, junto padres, vecinos, integrantes de la peña folklórica “Calá” y agrupaciones tradicionalistas realizarán, a partir de las 18:30 horas, un recorrido por las principales arterias de la ciudad luciendo vestimentas típicas y se concentrarán en Urquiza y Alem, frente a la escultura en homenaje al gaucho del artista plástico local Carlos Chabeuf. La manifestación en defensa de las costumbres y tradiciones argentinas proseguirá, desde las 19:30 horas, en el establecimiento escolar (Yrigoyen 530) con la "VI Fiesta de la Tradición", donde se podrán apreciar distintos números artísticos. El Día de la Tradición, como todos los años, se celebró el 10 de noviembre. Una celebración en reconocimiento a la identidad argentina a través de uno de los personajes más representativos del ser nacional, José Hernández, quien puso todo su empeño en defender a sus paisanos de las injusticias que se cometieron contra ellos. José Hernández era hijo de Rafael Hernández y de Isabel Pueyrredón. Nació el 10 de noviembre de 1834 en la chacra de su tío, Juan Martín de Pueyrredón, en el antiguo caserío de Pedriel, hoy convertida en el museo José Hernández en el partido bonaerense de San Martín. Este argentino nativo expresó diferentes talentos a lo largo de su vida: fue poeta, periodista, orador, comerciante, contador, taquígrafo, estanciero, soldado y político. Comenzó a leer y escribir a los cuatro años y luego asistió al colegio de don Pedro Sánchez. En 1843, cuando su madre falleció, su padre, que era capataz en la estancia de Rosas, lo llevó a vivir al campo por recomendación médica, ya que estaba enfermo. En el medio campestre, José Hernández tomó contacto con gauchos e indios. Debido a su proximidad con ellos, tuvo la oportunidad de conocer sus costumbres, su mentalidad, su lenguaje y su cultura. Aprendió a quererlos, a admirarlos, a comprenderlos, y también, a entender sus dificultades en la vida cotidiana. En marzo de 1857, poco después de fallecer su padre, fulminado por un rayo, se instaló en la ciudad de Paraná, por entonces capital de la Confederación Argentina. Aquí, el 8 de junio de 1859, contrajo matrimonio con Carolina González del Solar. Tuvieron siete hijos. Inició su labor periodística en el diario "El Nacional Argentino", con una serie de artículos en los que condenaba el asesinato del general Vicente Peñaloza, el "Chacho". En 1863 estos artículos fueron publicados como libro bajo el título "Rasgos biográficos del general Peñaloza". En el orden legislativo se desempeñó como diputado, y luego, como senador de la provincia de Buenos Aires. Tomó parte activa con Dardo Rocha en la fundación de La Plata y, siendo presidente de la Cámara de Diputados, defendió el proyecto de federalización por el que Buenos Aires pasó a ser la capital del país. En 1869 fundó el diario "El Río de la Plata", en cuyas columnas defendió a los gauchos y denunció los abusos cometidos por las autoridades de la campaña. También fundó el diario "El Eco" de Corrientes, cuyas instalaciones fueron destruidas por adversarios políticos. Colaboró además en los periódicos "La Reforma Pacífica", órgano del Partido Reformista, "El Argentino", de Paraná y "La Patria", de Montevideo. En el orden militar actuó en San Gregorio, en El Tala e intervino en las batallas de Pavón y de Cepeda junto a Urquiza. Luchó además en el ejército de López Jordán en Entre Ríos. Debido a los continuos enfrentamientos civiles durante los años ’50 y ’60, se vio obligado a viajar y trasladó su residencia a menudo. Vivió en el Brasil, en las provincias de Entre Ríos y Santa Fe y en Montevideo (Uruguay). En 1870, al fracasar una revolución, tuvo que volver al Brasil. Dos años después, gracias a una amnistía que paró la violencia, pudo volver al país. El 28 de noviembre de 1872, el diario "La República" anunció la salida de "El Gaucho Martín Fierro" y, en diciembre, lo editó la imprenta La Pampa. Este poema de género gauchesco se convirtió en la pieza literaria del más genuino folclore argentino y fue traducido a numerosos idiomas. El libro se considerada la culminación de la llamada "literatura gauchesca" y es una de las grandes obras de la literatura argentina. En él, Hernández rinde homenaje al gaucho, quien aparece en su ser, en su drama cotidiano, en su desamparo, en sus vicisitudes y con sus bravuras. Su inesperado éxito entre los habitantes de la campaña lo llevó en 1879 a continuarlo con "La vuelta de Martín Fierro", edición ilustrada por Carlos Clérice. En 1881, publicó su obra "Instrucción del Estanciero". El 21 de octubre de 1886 murió en su quinta de Belgrano. Sus últimas palabras fueron: "Buenos Aires… Buenos Aires…". El Martín Fierro narra la incorporación forzada del protagonista al ejército, la huida y su amistad con Cruz. Todo el poema está impregnado de denuncia social y encierra grandes verdades políticas como la falta de educación, la mala organización judicial y militar, la deficiencia de la policía rural y, sobre todo, un profundo antagonismo de la clase popular de campaña contra las clases urbanas. El Martín Fierro contiene la denuncia clara de un genocidio, el provocado por el juez de paz y el comisario, figuras que surgieron de normas ideadas por Sarmiento y Mitre, cuya finalidad era acorralar al gaucho y convertirlo en un matrero sobre el que se pudiera hacer un "trabajo policial" narrado al detalle. El lenguaje del libro es un claro exponente del habla rural. El libro contiene y valora en los nombres de Fierro y Cruz los símbolos que sirvieron para la conquista de América: la cruz y la espada, la religión y la fuerza militar. Marca tres valoraciones diferentes del hombre hacia la mujer: la comprensiva y generosa de Fierro, la más oportunista de Cruz y la fuertemente misógina del viejo Vizcacha, en cuyos consejos se reconoce la dura escuela de vida del hombre de campo de entonces. Contiene un punto de vista criollo español frente a dos tipos enteramente diferentes de población que por entonces enfrentaba el núcleo original hispano: los indios, a los que pinta poco antes del exterminio en sus peores defectos sin reconocerles casi virtudes, y los inmigrantes, que desprecia.