Lunes 13 de Octubre de 2014, 16:18

Se realizó el 3º Reencuentro Basavilbasense

| La tercera edición del "Reencuentro Basavilbasense" se realizó este sábado en conjunto la cena show 94º aniversario Escuela N° 91 "La Pampa" y el encuentro de las promociones 1963 y 1964 de esa institución.


Este sábado se realizó el "3er. Reencuentro Basavilbasense". Momentos muy emotivos se vivieron en el SUM de la Escuela Nº 91 "La Pampa", oportunidad en la que se festejó el 94º aniversario de la institución y el encuentro de las promociones años 1963 y 1964. "Hemos vivido momentos muy hermosos", resumió Hugo Bellingueri. El principal promotor del "Reencuentro Basavilbasense" admitió que "este año -por distintas situaciones- teníamos dificultades para poder organizar el Reencuentro, pero afortunadamente fuimos invitados por la gente de la Cooperadora de la Escuela y no dudamos en aprovechar la oportunidad que nos dieron para poder llevar adelante la tercera edición". "Estoy seguro que los que participaron disfrutaron de cada uno de los momentos, y que el año que viene regresarán...el Reencuentro Basavilbasense es un acontecimiento anual que no debe perderse", dijo Bellingueri. Instantes antes de que se sirviera la hizo uso de la palabra María Cristina García Zingg para recordar: "mi vida, la de mi mamá y la de mis hermanas están íntimamente ligadas a esta, nuestra Escuela. Yo hoy, sin demasiadas pretensiones estoy aquí frente a ustedes como hija de una docente y como ex-alumna, únicamente con ganas de recordar". "Mi madre recién recibida de maestra y siendo muy joven inició su carrera de docente en la vieja Escuela "La Pampa", que funcionaba, si no me equivoco, en la actual calle Neyra, (ex Soberanía, ex 1° de Mayo) y, después de toda una vida de entrega, salió jubilada de este edificio", prosiguió. "Yo (el burro adelante para que no se espante) y mis hermanas: Betina, Susana y Laura, conocimos esta Escuela antes de tener edad escolar, mamá nos traía a las funciones de cine que se realizaban periódicamente...me veo, sentada en los primeros bancos, cuidada por sus alumnos y mirando asombrada las pantomimas de "los tres chiflados", los pasos de baile de Shirley Temple o las aventuras de Charles Chaplin". García Zingg mencionó luego que "cada una a su tiempo, cursamos en esta Escuela nuestra primaria", y que tuvo la "desgracia" de "tener tres hermanas muy buenas alumnas, de mi pretendían lo mismo pero me toco el papel de ser la "oveja negra" escolar, creo que si alguna vez pasé a la bandera lo hice por que el resto de mis compañeros había faltado. O sea, mi paso por las aulas no se caracterizó por mi aplicación al estudio". "No me apegaba mucho a las reglas, y mi comportamiento no era el más correcto para esa época, pero fui muy feliz", exclamó. "Recuerdo entrar cada día acompañada por mi mamá y mis hermanas, y ser recibida con afecto por (Jacinto) Don Tovani, ahí nomás la primer parada y contemplar el pizarrón de ingreso donde siempre había frases y dibujos alegóricos a las efemérides y que en las fechas patrias lo vestían de nuestros colores celeste y blanco. Recuerdo las veces que me mandaban a ese pizarrón en penitencia y yo, muy boba, trataba de esconderme de mamá detrás de él; recuerdo la galleta y el mate cocido que representaba un alto en la tediosa tarea de aprender...la organización de plantar un árbol, que era toda una aventura; de nuestros picnic bajo los eucaliptos para el día del estudiante y al finalizar el año escolar", prosiguió. Seguidamente recordó haber mirado "embelesada" los "tesoros extraños que encerraban las vitrinas que había en la galería", la señora Mercedes Gordon, "una de las pocas mujeres que sabían conducir automóviles", "con aspecto de fiereza, pero siempre dispuesta a tender una mano"; "las clases de música con la Señorita Norma (Minkevich) al piano haciéndonos cantar Zamba de mi esperanza", y los "interminables, aburridos e inentendibles discursos y recomendaciones" del señor (Samuel) Benzaquen". También citó "los pasos firmes de la señorita Amanda (Perotti)" que a los alumnos de entonces "nos dejaban tiesos y nos hacía pedir interiormente que siga de largo", "su sola presencia nos enmudecía". "Recuerdo a mis compañeros que venían del campo a caballo o en sulky y que por culpa de uno de ellos mi hermana Betina y yo terminamos casi presas: yo le dije "chau boinudo", mi hermana entendió otra cosa, me corrigió y nos pusimos a pelear, el Policía que cuidaba la salida nos llevó a la Comisaría; se imaginan Ustedes a la "correcta" e intachable Betina enfrentando a Don Chepo (Erpen)...esa vez casi, casi me matan". Las palabras de García Zingg se llenaron de emoción al admitir que recordaba a todas "mis maestras", "algunas dulces" y otras "cariñosas", entre "exigentes" y "severas" pero "todas dejando en el aula lo mejor que tenían para ofrecernos". Entre todas recordó especialmente a su primer maestra, "la Señorita Isolina (Banega), con su eterna sonrisa llena de dientes blancos y tan bajita que se confundía con los alumnos". Isolina "fue reemplazada, cuando se retiró para tener uno de sus hijos", por la señorita Mabis Gordon, "que trabajaba con unas tizas de colores extraordinarios". También mencionó a la señora María del Carmen, "que no quería que yo repitiera" y a la señora "Cata" (de Arcusin) que "se esforzó mucho, muchísimo para corregir mi letra y mi ortografía y lo logró". Pero García Zingg también tiene espacio en su corazón para "mi última maestra", la señorita "potoca" (Gloria Ceballos). "Me impactaba por su pulcritud, sus pelos rubios e impecablemente peinados y sus uñas largas pintadas de vivos colores. Ella fue la que más me exigió y obligó a cumplir con las tareas", recordó. En otro tramo García Zingg mencionó que "fui alumna de mi mamá", y que "en el aula tenía prohibido decirle "mamá", y a mi se me escapaba, ipso facto ella me clavaba una mirada dura con sus ojos negros, y me petrificaba y así la recuerdo como maestra, por eso cuando sus ex-alumnos me la mencionan como "tan buena, tan dulce" creo que me están cargando", dijo dibujando una sonrisa. "Ya he comentado que no me destaqué como alumna aplicada, y que esto preocupaba mucho a mis padres, especialmente a mamá. Su deseo era "sacarme buena", y consideraba que yo no estaba "madura" para seguir avanzando en los cursos, por lo que tomó el toro por las astas y muy pedagógicamente -a pesar de haber pasado el tercer grado, hoy cuarto- me anotó nuevamente en tercero, ¿inédito no? No se si logró su objetivo, pero yo rescato lo positivo: pertenecí a dos promociones y aunque a esta altura algo me confundo, recuerdo a mis compañeros de ambos grupos", dijo en tono jocoso. Por último dejó una mención especial "para los que se fueron lejos, seguro, en algún lado, ellos también están reunidos acompañándonos, viéndonos y haciendo sus propios comentarios, asombrándose de nuestro aspecto de "adultos mayores", canosos, gordos, panzones arrugados y esperándonos, por que saben que en algún momento vamos a volver a estar todos juntos reviviendo nuestro tierno, difícil e imborrable paso por la escuela".