Lunes 9 de Marzo de 2009, 01:14

Disco rígido

| Pequeños comerciantes del centro de la ciudad de Córdoba representan la resistencia a la cultura de las descargas digitales. En plena crisis y compitiendo con las tecnologías, siguen apostando al disco con la fórmula de conocer el material que están vendiendo.


La batea exhibe los dos discos oficiales de joy división: Unknown Pleasures y Closer. El interesado los tiene en vinilo y en casete, pero no en CD. Cuando se decide a comprarlos choca con un “No, no te los vendo”. “¿Por qué?”, pregunta frustrado, “Porque los tengo acá para calificar el lugar”. Es la respuesta de Matías, propietario de Música Guau, la disquería que hereda la mística de Mussnack. Este tipo de comportamiento, que tan bien supo retratar Stephen Frears en Alta fidelidad, sobre novela homónima de Nick Hornby, resulta imposible de presenciar en un híper, pero es moneda corriente en ese espacio de debate y confrontación de preferencias que representa una disquería; espacio que, según los profetas de las nuevas tecnologías; esta por desaparecer del mapa cultural de las orbes del mundo por imperio de las descargas digitales de música y la consecuente desaparición gradual del CD. Bailar con la más fea es poco. Alquileres altos, condiciones desiguales en relación a grandes bocas de expendio y, sobre todo, pronósticos apocalípticos sobre la vida útil del producto que venden. Tal contexto en el que se desenvuelven las disquerías del centro de córdoba. No obstante, sus propietarios están empeñados en resistir. [b]Un Oficio en extinción?[/b] Podrán sonar románticos ante la sensación de que todo el mundo se baja música, pero cuentan con un capital valioso: un ámbito amigable para “confrontar” donde se encuentra “una inmensa minoría” de melómanos igual de afectados por el amor a la música. Los disqueros contactados no llegaron al ramo por vía del oportunismo. Graciela Díaz de Miccio puso María Callas junto a su esposo Armando, una vez que cerro Ludwing, la disquería en la que trabajaba. “Inauguramos el 16 de agosto de 1996. Yo me dedicaba a otra cosa, pero apoye a mi mujer cuando se quedo sin trabajo. Me parecía una pena que no pudiera darle aire a su amor por la música”, recuerda Armando Miccio. Cuando llego de Basabilvaso (Entre Ríos) muy jovencito, Roberto Juszczyk afianzo sus conocimientos de música clásica junto al reconocido director Jorge Uliarte, de quien se hizo amigo. Cuenta que juntos recorrían las disquerías buscando los lanzamientos de la serie DM del sello Music Hall. Y así fue que Juszczyk llego a ser el sabelotodo de la disquería Olocco, allá por los años 1980. Y cuando Olocco cerro, paso por Vértice, Eden y MJ hasta que decidió ir por las suyas con Scherzo. “Fue en 2000, cuando nos estábamos asomando a la salida de la convertibilidad. La coyuntura no era favorable pero estaba decidido a trabajar una especialidad y convencido que asi podía resultar. Lo mío es lo clásico y el Jazz”, apunta. En los años 1970, Marcelo “Palo” Cáceres era el típico rockero voraz interesado en la info de primera mano. Malvinas y su consecuente hermetismo cultural, lo afecto a la hora de comprar discos importados, no se amilano, viajo el mismo para adquirirlos en el primer mundo. Pero además del primer single de siete pulgadas de U2 que se exhibió en córdoba, con el llegaron números de las revistas Mojo y NME. Y así fue que “Palo” se puso un bar “(Vangelis) para reproducir tanta “info” y se afianzo como distribuidor de discos inconseguibles pero necesarios. Hasta que un buen dia… “el desorden de mi casa, la cantidad de discos por metro cuadrado, me demandaron un lugar físico. Asi nació Lado B”, recuerda. Tres prehistorias de referentes que hoy luchan de modo desigual contra las descargas digitales y en el desconcierto de la industria discográfica. ¿Cómo se las ingeniaron para seguir en un mercado que se achica? “Esto es mezcla de la bohemia con ganas; a los pronósticos agoreros no los tenemos en cuenta. En tiempos de crisis es cuando tenés que reforzar tu pasión”, observa Miccio. Para Roberto de Scherzo las razones de la subsistencia tienen que ver con el hecho de que el suyo es un negocio familiar. Y Cáceres interpreta que “el espacio de discusión sigue siendo necesario. La inmensa minoría de consumidores se renueva; hay gente que hereda la relación fetichista con respecto al objeto”. Cualquier cliente potencial es bienvenido en todas las disquerías relevadas, pero se atiende especialmente a esa especie neurótica que quiere conocer formaciones y detalles técnicos para agigantar sus conocimientos sobre tal o cual artista. “Nuestro capital y orgullo son nuestros clientes -concede Miccio-. Su fidelidad no deja de sorprendernos. No se dejan vencer por los avatares económicos”. Roberto Juszczyk dice que tiene “claro que hay gente que preocupada por no saber dónde comprar tal o cual música. Así que no hay que dejar de estar atentos”. Para “Palo” Cáceres “está en auge como nunca antes el hecho de identificarse estéticamente”. “Por eso anexe a la disquería el concepto de rokeria. A un pibe le interesa tanto el disco como la remera, es así. A los discos excitantes por si mismos, cuesta venderlos, la gente los ignora completamente, y no porque se los baje en su casa. Ya no alcanza con Rolling Stone e Inrockuptibles, o estas bombardean siempre con los mismos personajes”, observa. Otro aspecto importante para ilustrar este momento de consumo de discos rockeros, según Cáceres, es que “las radios están a la deriva. Se escudan en el hecho de que ponen rock. Hacen falta personajes como (Alfredo) Rosso, un gurú que los guie hacia las disquerías”. [b]La industria sobrevive[/b] Según informo Capif, durante 2008 se vendieron 15.985.686 unidades, incluyendo todos los soportes físicos relacionados con la industria. Esto equivale a $363.447.273 de facturación. El formato mas vendido continua siendo el CD, con un 89 por ciento del mercado. Durante 2008 se vendieron14.257.587 CD legales, un 12 por ciento menos que en 2007. Los DVD continúan ganando participación: el año pasado representaban un 7,6 por ciento y ese porcentaje se elevo al 10,3. La venta de soportes físicos no autorizados sigue siendo el obstáculo para el crecimiento del CD. Se calcula que el 60 porciento de este mercado corresponde a ventas ilegales, lo que genera pérdidas económicas por $ 1.200.000.000. [b]¿HASTA CUANDO HABRA CD?[/b] Con respecto al tiempo de vida que le queda tanto al CD como a sus negocios, todos los disqueros “coinciden” en que falta. Miccio: “El precio del CD full se quedo atrás en relación al resto de los bienes de consumo general; por eso tuvo un ‘toque’ del 15 por ciento. Pese a todo, siento que las compañías no hicieron un gran esfuerzo para combatir la piratería. Con todo, con 100 pesos podes regalar 3 CD, con un valor simbólico tremendo. Una remerita cuesta eso. En fin, creo el CD se mantendrá por un buen tiempo. No creo que surja un formato que lo reemplace; no, al menos en el corto plazo”. Juszczyk: “No tenemos una larga vida por delante, pero tampoco será tan corta como vaticinan. Yo calculo 10 años más. Puertas adentro, ayudaría que haya un trato más equitativo en relación a las grandes cadenas. A nosotros nos obligan a trabajar en firme, a ellas les dejan colecciones completas en consignación”. Cáceres: “Las disquerías especializadas van a seguir. Lo que no tiene sentido es abrir una disquería. No tiene sentido, insisto. Y menos, una de todos los estilos atendida por alguien que no sabe”. Fuente: Germán Arrascaeta, diario La Voz del Interior.