Domingo 24 de Diciembre de 2006, 23:53

El símbolo de la luz en dos fiestas religiosas

| La continuidad que el calendario nos propone este año es parte de una luz que no se corta. Janucá, la fiesta de las luminarias, se inició el viernes de la semana pasada y se celebra durante ocho días hasta hoy. Hoy es Nochebuena y el lunes, Navidad.

Así las celebraciones judeocristianas evocan en el símbolo de la luz la dimensión de lo sagrado y nuestra capacidad de consagrar lo cotidiano en la obra de nuestras manos. Janucá es la memoria judía de la gesta de los Macabeos que lucharon contra los seleucidas reconquistando el Templo de Jerusalén, encendiendo las luces y purificando el templo de la profanación pagana al consagrar su reinauguración. El milagro de la luz es celebración de lo sagrado en la capacidad de iluminar la oscuridad de lo profano, anticipando el milagro de la luz que aún en el judaísmo se espera en el Mesías que vendrá. Navidad es la celebración de la luz del natalicio del niño Jesús, que naciendo judío es inscripto como Mesías por el cristianismo y es dado a luz por la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que se hace así madre de Dios. El árbol de Navidad esta iluminado y el pesebre evoca esta luz del nacimiento del hijo de Dios, que en nombre del Padre y junto al Espíritu Santo se hace uno y trino, viniendo a la vida, desplegando su misión. En este contexto del año que finaliza nuestra Argentina bendita está buscando su propia luz. Se trata de una crisis de energía que no sólo es eléctrica, sino espiritual. No debemos lamentarnos de la oscuridad en la que vivimos, la de la exclusión social, la baja calidad republicana de nuestra democracia, la inseguridad, la iniquidad, el estado de temor, la poca capacidad de aceptar diferencia de opinión que se traducen sin dialogar en oposición. La energía espiritual de los argentinos está eclipsada en nuestra sociedad, la de las buenas noticias y la buena gente que trabaja con dedicación y amor en dar luz e iluminar con acciones ejemplares cómo reparar nuestra realidad. Se trata del espíritu emprendedor de hacer con coraje cívico una política, no de partidos sino de cogestión, donde los ciudadanos, que ya no sólo son habitantes ni clientes, están dispuestos a dar su propia luz. La luz de cada argentino es la janukia , el milagro del propio aceite, la luminosa contribución, que es también la luz del árbol, del pesebre del nacimiento en un amor por el que Jesús ha venido y en la luz que lo hará volver cuando todos y cada uno de los argentinos den la luz de su contribución a lo mesiánico en ser instrumentos de la paz, la justicia y el amor. La luz que no se corta en la Argentina es la del amor, símbolos en Janucá y en la Navidad, que hace de la Nochebuena el nacimiento de un nuevo día en el que cada uno brilla con su propia luz, donde en lugar de lamentar la oscuridad del hambre cada uno ilumina su vida y la de nuestra sociedad, cuando hacemos la luz y nos damos a luz al partir y bendecir el pan al compartirlo como hermanos y reconocernos como humanidad. Fuente: Sergio Bergman, rabino del templo Libertad, para diario La Nación.