Domingo 11 de Febrero de 2007, 11:03

Kirchner delimita la relación bilateral con EEUU

| Una encuesta muy reciente del Servicio Mundial de la BBC reveló -o confirmó- que la imagen del Gobierno de Estados Unidos en la Argentina es de las peores en el mundo.

El sondeo realizado en 25 países mostró que el 49% de los consultados considera negativo el rol que juega Estados Unidos en el mundo, mientras que esa visión en la Argentina alcanzó el 64%. Además, este sondeo que se realiza anualmente mostró esta vez que sólo el 13% de los argentinos encuestados observó positivamente la política exterior del Gobierno de George W. Bush, contra un 19% registrado en 2006. Cuestionaron principalmente el manejo de la guerra en Irak, su rol en el conflicto entre Israel y Hezbollah y respecto del programa nuclear y el tratamiento de los prisioneros en la cárcel de Guantánamo, así como su vinculación con América Latina. La percepción generalizada es que Estados Unidos promueve sus acciones en beneficio propio y no para bien del resto de los países como pregona la Casa Blanca. Por eso, la carta del embajador Earl Wayne al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, por la venta de Transener, le sirvió de algún modo a Néstor Kirchner para volver a alambrar la relación bilateral. El chispazo, que dejó satisfecho al ala izquierdista del Gobierno, se encendió justo en una semana en la que llegaron tres funcionarios de alta jerarquía de Washington. Está muy claro que la reacción de Kirchner recibió más aplausos fronteras adentro que afuera, pero a esta altura nadie duda del pragmatismo presidencial, por lo que su embate público previamente midió réditos y perjuicios. [b]Los enviados[/b] Alberto Gonzales, secretario de Justicia estadounidense, el más importante de los tres enviados de Bush, pasó sin honores por Buenos Aires. Amigo del mandatario estadounidense, Gonzales está cuestionado por los excesos en las cárceles de Guantánamo y Abu Ghraib y sólo se reunió con su par argentino, Alberto Iribarne. En cambio, el gobierno tendió alfombras más mullidas para Nicholas Burns, subsecretario de Asuntos Políticos del Departamento de Estado -número tres en la jerarquía del área que dirige Condolezza Rice- y al afable subscretario para Asuntos Hemisféricos, Tom Shannon. La visita se encuadraba en un momento de afinidad bilateral, creado principalmente por Shannon, luego de los recelos causados por las disputas en torno al ALCA en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, en noviembre de 2005. En los últimos tiempos, Argentina apoyó la investigación de la causa AMIA que responsabiliza a Irán por el atentado terrorista, con el aval de Washington, y pese a que Estados Unidos no confirmó si votará a favor del pedido de captura de los iraníes acusados en el Comité Ejecutivo de Interpol. Pero se filtró el lobby de Wayne en favor de un fondo de inversión estadounidense interesado en comprar Transener, luego sobrevino el estudiado estallido presidencial y la estadía de los enviados pareció crisparse. Finalmente, Burns y Shannon se reunieron con tres ministros del Gabinete y dieron por superado el roce, pero el campo de juego quedó acordonado en ambos lados. Y en simultáneo, se conoció que Bush no vendrá a la Argentina pese a merodear sus cielos al pasar por Brasil y Uruguay. Más allá de los argumentos oficiales, es lógico pensar que el estadounidense prefiera no volver, principalmente teniendo en cuenta que Kirchner no es un amigo. Además, cuando Bush estuvo en Mar del Plata, en 2005, seis de cada 10 argentinos desaprobó la visita (según una encuesta de OPSM que dirige Enrique Zuleta Puceiro); se fue descontento con los resultados; hubo movilización social e incidentes y Chávez convocó a una multitud para hablar pestes del imperio. Fuente: NA.